Besouro de Manganga

La palabra Capoerista asombraba hombres y mujeres, pero el viejo esclavo Tío Alípio nutría gran admiración por el hijo de João Grosso y María Haifa. El jovencito Manuel Enrique, de Santo Amaro de la Purificación, fue bautizado como "Besouro Mangangá" por causa de su flexibilidad y facilidad de desaparecer cuando la hora era para tal.
Negro fuerte y de espíritu aventurero, nunca trabajó en lugar fijo ni tuvo profesión definida. Cuando los adversarios eran muchos y la ventaja de la pelea daba del otro lado, "Besouro" siempre daba una distracción y desaparecía. La creencia de que tenía poderes sobrenaturales vino luego, confirmando el motivo de tener siempre que cargar un "patuá" (amuleto). De tren, a caballo o a pie, ocultándose en el matorral, Besouro, dependiendo de las circunstancias, salía de Santo Amaro para Maracangalha o viceversa, trabajando en haciendas.
Cierto hecho, cuenta su primo y alumno Cobrinha Verde, que sin trabajo, fue Besouro a Usina Colonia (hoy Santa Elisa) en Santo Amaro, consiguiendo colocación. Una semana después, en el día de pago, el patrón, como hacía con otros empleados, le dijo que no le pagaría el sueldo. Quien se atreviera a contestar era golpeado y amarrado en un tronco durante 24 horas. Besouro, entre tanto, esperó a que el empleador lo llamase y cuando el hombre repitió la célebre frase, fue agarrado por el cuello y forzado a pagar, después de tremenda paliza. Mezcla de vengador y pillo, Besouro no gustaba de los policías y siempre se envolvía en complicaciones con los milicianos y no era raro que lo tomaran en armas, conduciéndolo hasta el cuartel. Cierto día obligó a un soldado a beber una gran cantidad de cachaça. El hecho se registró en el Largo de Santa Cruz, uno de los principales de Santo Amaro. El militar se dirigió posteriormente a la caseta, comunicando lo ocurrido al comandante del destacamento, Cabo José Costa, que sin dudar designó 10 soldados para capturar al hombre preso muerto o vivo.
Presintiendo la aproximación de los policías, Besouro huyó del bar y, se apoyó en la cruz existente en el largo, abrió los brazos y dijo que no se entregaba. Se oyó una violenta fusilería, quedando él extendido en el suelo. El cabo José llegó y afirmó que el capoerista estaba muerto. Besouro entonces se paró, mandó que el comandante levantara las manos, y ordenó que todos los soldados se fueran y cantó los siguientes versos: Allá tiraron en la cruz/ yo de mi no sé/ si acaso yo fui / ella misma me perdone/ Besouro cayó en el suelo fingió que estaba tendido/ la policía/ él tiró en el soldado/ vamos a pelear con cangrejos/ que es un animal sin sangre/ policía se pelea/ vamos para dentro del manguesal.
Las peleas eran sucesivas y por muchas veces Besouro tomó partido de los débiles contra los propietarios de haciendas, ingenios y policías. Se empleó en la hacienda del Dr. Zeca, padre de un joven conocido por Memeu, Besouro fue con él a las vías del acto, siendo entonces marcado para morir.
Hombre influyente, el Dr. Zeca mandó por el propio Besouro, que no sabía leer ni escribir, a llevar una carta para un amigo del doctor, administrador de Usina Maracangalha, para que liquidarla portador. El destinatario con extrañeza mandó a que Besouro esperara la respuesta, siendo entonces cercado por cerca de 40 soldados, que sin dudar abrieron fuego. Un hombre entretanto, conocido por Eusebio de Quibaca, cuando notó que Besouro intentaba arrastrarte moviendo el cuerpo, se acercó sorpresivamente y le dio un violento golpe con un cuchillo de tucum(tipo de madera).
Manuel Enrique, el Besouro Mangangá, murió joven, con 27 años, en 1927, quedando aún dos de sus alumnos: Rafael Alves Francia, Mestre Cobrinha Verde y Siri de Mangue. Hoy, Besouro es símbolo de la Capoeira en todo el territorio Bahiano, sobre todo por su bravura y lealtad con que siempre se comportó en relación a los débiles y perseguidos por los señores de haciendas y policías.
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